
Sancho se reveló ante mi diciendo que las aventuras que hemos tenido hasta ahora, no han sido, mas que solo golpes, maltratos, burlas, apaleadas... en fin, un monton de desdichas que no nos han traído nada bueno; y que ni siquiera hemos tenido una aventura verdadera, ya que las que hemos tenido no han sido con verdaderos caballeros armados.
Estabamos Sancho y yo por el camino, cuando me di cuenta de que había una inmensa polvareda en la mira,justo en frente nuestro, a lo que de inmediato pensé, que era un ejercito armado, este ejercito estaba comandado por nada mas y nada menos que Alifantarón; quien se iba a pelear con el ejercito de Pentapolín. Le expliqué en el camino a Sancho, nuestra misión en esa batalla. Lo que tendríamos que hacer es ayudar a los desamparados, a los heridos, a los que pidan de nuestras atenciones.
Le sugerí a Sancho, subiesemos por una colina, para así poder enseñarle los personajes principales de aquella batalla, y que Sancho aprendiera un poco más y para que los dos pudiesemos observar mejor esa batalla. Una vez arriba, le empecé a nombrar los soldados mas famosos de ambos bandos, entre ellos le dije: Timonel de Carcajona, Pierres Papín, Laurcalco Micocolembo, Brandabarbarán de Boliche, entre muchos otros, no voy a nombrar, ya que son muchos.
Mientras yo le relataba a Sancho todo lo que ocurría en la batalla, Sancho se atrevió a decirme que no había nada de lo que yo estaba diciendo, que no existian gigantes, ni caballeros, ni la musica, ni los tambores... nada. Solo ovejas y carneros y los pastores, quienes las acompañaban. A lo que yo, muy sabiamente, le conteste que el no podía ver ni oír nada porque tenía demasiado miedo y que si era tanto el miedo que el tenía, que sería mejor si el se apartara y se fuera a algun lugar que fuese seguro para el, mientras yo iba a la batalla.
Sancho me gritaba que no fuese... que lo único que iba a embestir iban ser ovejas y carneros;pero yo muy bien sabía lo que estaba viendo y no me podía dejarme engañar por mi miedoso escudero.
Cuando me encontraba en la batalla, di lo mejor de mi, pero como es de saberse, mis contricantes eran fuertes y también me atacaban. Por suerte, me recordé de mi licor,cura todo, y me lo empecé a tomar, para reponer energías.
Terminada la batalla, llegó mi escudero, a ayudarme. Le dije que me viera cuantos dientes me hacían falta y cuando Sancho se asomó, me dieron una grandes ganas de vomitar, lo cual no puede contener las ganas y le vomite ensima. Mi escudero al ver que tenía mi vomito, el cual parecía sangre pero era mi brebaje, ensima de todo su cuerpo, le produjo un gran asco y vomitó ensima de mí. Simplemente eramos un charco de vomito.
Sancho se disponía a curarme, cuando se dió cuenta que no tenía sus alforjas, por lo que ahora no tenían ni comida ni medicamentos.
Necesitamos encontrar un lugar donde pasar la noche y donde nos den comida. Así que le dije a Sancho, escogiese un camino.
No hay comentarios:
Publicar un comentario