miércoles, 25 de mayo de 2011

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Oí una conversación bastante interesante que tuvieron Sancho, doña Rodríguez y la Duquesa. Ellos hablaban de mujeres. Se preguntaban unos con otros ¿cuál era su función en el mundo? Cada uno de ellos dio su opinión del asunto. Algunos decían que solo era para tener ocupado un puesto en la sociedad de la cual no desempeñaban un buen papel, ya que luego no serviría para nada. Otros dijeron que eran para adornar y por ultimo otros dijeron que solo servían para gastar dinero público con su mantenimiento.
Si me hubiese metido en aquella conversación yo hubiese opinado distinto a lo que mis compañeros dijeron, ya que mi forma de pensamiento es un tanto superior al de ellos, sin ofender a doña Rodríguez ni a la duquesa. No incluyo a Sancho en eso porque creo haber dejado claro anteriormente que Sancho no tiene el mismo coeficiente intelectual que yo. Debo decir, que él ha aprendido muchas cosas a mi lado, pero antes de eso, a Sancho le hacía mucho camino por recorrer para poder llegar a un poco de conocimiento. Creo que me desvié un poco del tema… Sancho me hace delirar. El simple hecho de mencionar su nombre me hace pensar en muchas cosas y en un santiamén empiezo a hablar de él nuevamente.
Volviendo a la conversación, yo hubiese dicho que una mujer como ella es indispensable, igualable, incomparable… Si yo fuese mujer, le tendría una tremenda envidia a una mujer así. Por desgracia, no tengo la dicha de ser mujer. Soy un hombre bueno, honrado, todo un caballero.
Ahora quiero hablar un poco a cerca de las mujeres. No con cargos importantes ni millonarias. Quiero hablar de aquellas mujeres normales que viven su día a día con esperanza y amor en sus corazones porque piensan que en ese día algo maravilloso les ocurrirá. Que saben que si se encuentran en apuros, yo las rescatare. Que son normales, para el resto de la gente, pero que para mí, son una joya muy valiosa que no todos pueden apreciar en su más grande expresión. Pienso, que todas las mujeres deben ser apreciadas por lo que son y no por lo que las demás personas desearían que fueran.
La única mujer que ha cautivado mi corazón y que lo ha robado. Porque es cierto, mi corazón ya no es mío, ahora es de Dulcinea. Yo le entregue todo de mi a ella. Y por consiguiente, ella lo suyo. Somos el uno para el otro. Yo la amo y siempre la amare. Ella es mi luz en tanta oscuridad. Ella encamina mis días, hace que tenga fuerzas cuando yo siento que ya no puedo dar más de mi, etc.

1 comentario:

  1. Una bella reflexión que denota el profundo sentir de un gentil caballero. Exquisito.

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