sábado, 30 de abril de 2011

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Creo que no les comente que el diablo estaba en el primer carro... Eran tantos los carros que ni pude contar de cuantos se trataba. Pero si pude ver el último de los carros. Este estaba ocupado por una ninfa, ésta decía ser Merlín. Me dijo que para que mi hermosísima Dulcinea volviese a ser la encantadora, adorable y bellísima mujer, de la cual me enamore perdidamente, la primera vez que pude ver sus grandes y expresivos ojos. Debía darle tres mil trecientos azotes en las posaderas a mi gran y fiel escudero, Sancho.

Tuve problemas con Sancho, su comportamiento es indebido, es irrespetuoso y no le importan los sentimientos de las otras personas. ¿Cómo puede ser que no se preocupe por lo mal que me siento en este momento? ¿Que acaso el no ve que estoy sumamente preocupado por mi adorada Dulcinea? ¿Que acaso él no sabe que yo haría cualquier cosa para que Dulcinea sea feliz? ¿Cómo Sancho puede ser tan egoísta y solo pensar en su dolor físico? El dolor físico no es nada comparado con el dolor emocional que siento yo por dentro. El dolor que siento al ver que Dulcinea se debe sentir mal por verse así. Ella, que siempre ha estado acostumbrada a verse tan hermosa, a verse como un adefesio. El sufrimiento que siente ella, lo siento yo, pero multiplicado por 1000.

Sancho me dijo que no estaba dispuesto a que yo lo azotara. Que a él no le importaba como luciera Dulcinea y que él no tenía la culpa de absolutamente nada. Lo que pasa es que la única posible solución de mi amada es que yo azotara a Sancho. Dios sabe que yo daría cualquier cosa por ella. Me azotaría el doble de lo que debo azotar a Sancho para que Dulcinea sea feliz. Por desgracia, aunque lo hiciera, no podría cambiar nada. Solo Sancho puede y no quiere.

Mientras yo trataba de convencer a Sancho de que no fuera tan egoísta, que pensara en los demás… Intervino el Duque el cual dijo que si Sancho no accedía a darse los azotes no le daría el gobierno de la ínsula.

No me gusta que Sancho tuviera que acceder a la fuerza y no por voluntad propia. Siento que Sancho por presión de no adquirir su ínsula, fue que accedió. Lo que pasa es que Sancho debe aprender a ser una persona de bien, bondadoso, sentimental, alguien que piense en los demás antes de en sí mismo. De ese modo el aprenderá a ser un gran gobernador. Yo, Don quijote de la Mancha, le estoy haciendo un bien a Sancho, al azotarlo, porque lo estoy formando como persona, para el futuro.

Cuando Sancho sea un gran gobernador, me lo agradecerá. Y yo estaré orgulloso de haberle ayudado en el pasado y espero que también lo ayude en un futuro próximo.

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